Seis años hace que te fuiste, mejor, que te llevó el Padre, porque tú no habías pensado ni soñado en irte tan pronto a su casa solariega...

Seis años de emociones y lágrimas furtivas -algunas públicas- a pesar de que creía haber olvidado, desde mis años jóvenes, qué sabor tenían...

Seis años de brechas y surcos recordándote, haciéndote presente, enriqueciéndome con tus últimas luces, limpiándome de nuestros falsos dioses...

Seis años, y todavía en duelo..., a pesar de tener grabado en el horizonte el anhelo y consejo del poeta de "pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero, para que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo"...

Seis años, y unas veces parece que fue ayer, y otras, que ha pasado toda una generación en nuestro mundo, en nuestra Iglesia, en nuestro cuerpo y espíritu...

Seis años de silencio, sin decirte nada, pero sintiéndote cerca como nunca a pesar de tanta historia pasada de roce, desencuentros, sueños y convivencia...

Recuerdo vivamente cuándo nos conocimos y las primeras confidencias aquel verano del 67; y la revolución de Mayo del 68 que nos abrió los ojos...

Recuerdo las reuniones y diálogos, medio furtivos, a altas horas de la noche con otros muchos amigos...

Recuerdo los trabajos y proyectos compartidos, el pulido de nuestros sueños y los desvelos por el Reino...

Recuerdo tu primer escrito público en la revista "El mensajero de Jesús", y tus viajes y estudios en Alemania...

Recuerdo tu palabra de maestro y, sobre todo, tu presencia de hermano y amigo..

Recuerdo tu figura yendo por delante, abriendo camino a tus compañeros, haciendo posible la esperanza en el horizonte...

Recuerdo nuestros cuatro años compartidos en pobreza –durmiendo en el mismo cuarto, leyendo a la luz del mismo foco y conjugando espacios y horarios-; y los otros cuatro, en la década de los ochenta en Madrid, codo con codo, compartiendo como hermanos, solos y con muchos...

Recuerdo tu fuerza bruta, capaz de lanzar al suelo a tus amigos y de noquear a quien osaba entrar en tu intimidad sin permiso...; y tu ternura expresada a tu estilo..., "a lo pueblo", casi, casi invadiendo...

Recuerdo tu humildad, sencillez y modestia, marca de tu primera fábrica desde que optaste por ser lo que llegaste a ser en tu juventud, a pesar de tus pasos por importantes foros y doctorados...

Recuerdo, como si fuera hoy mismo, tu primer niqui laico con veinticinco años de historia y no queriendo tirarlo...

Recuerdo tu desprendimiento de títulos y dinero siguiendo el espíritu evangélico...

Y recuerdo tu decisión de ser laico a ras de suelo y encarnado, salvo cuando el huracán del Espíritu o la rabia humana contenida te removían y, por un momento, deseabas ser cura –y mejor, obispo- para marcar caminos, dejar libres los sueños y comprobar que lo que veías y decías era posible...

Y ahora, a los seis años de tu partida aquel 23 de junio de 2006, quiero reconocer, Txema amigo, en esta página de FE ADULTA que tanto te debe -y en la que seguimos encontrándonos-, tu testimonio cristiano, tu anhelo de ser discípulo y tu profetismo evangélico al prestar tu palabra a la Palabra.

Hoy sigo viendo en ti los caminos de crecimiento humano y de encuentro con nuestro Dios Padre-Madre que tanto necesitamos:

Arraigo con movilidad,

vigor con ternura,

serenidad sin indiferencia,

presencia sin avasallamiento,

humildad sin sumisión,

creatividad sin temor,

solidaridad con alegría,

trabajo con horizonte,

compromiso sin pesadumbre,

pobreza sin lamento,

encarnación con entrañas,

libertad compartida,

encarnación con entrañas,

acogida con misericordia,

igualdad con servicio,

esperanza con descanso,

fraternidad con carismas...

y una renovada fidelidad

a pesar de las oscilaciones de la historia

en estos tiempos de crisis, duda e inclemencia.

Gracias Txema, y estate seguro que no vamos a emplear nuestro tiempo en hacerte digno de título.

Bilbao, 23 de junio de 2012

Florentino Ulibarri