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DOMUND, DÍA DE LOS BUSCADORES DE CAMINOS

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domundmasia

Corazón, ¡habla!
Cartel del Domund 2013

 

Ya empiezan los colores otoñales en los jardines de Kyoto. Incendio de tonalidades amarillas, ocres y encarnadas caldea las maderas del templo Honganji, reflejando la vida de arces y cerezos..

Me detengo ante el pórtico oriental para copiar el lema de la semana, caligrafiado por los monjes de la escuela de Tierra Pura. La Vida te vive, reza la emblemática pincelada. Es una jaculatoria de Shinran, el fundador de la nueva rama que en el siglo XIII revivió con amor familiar la religiosidad anquilosada en las galerías célibes del monacato. Mientras copio el aforismo en el bloc de cabecera, se me acerca sonriente un monje de cuerpo anciano y mirada joven:

- ¿Lee y escribe nuestros ideogramas?

- Ustedes me los enseñaron

- ¿Muchos años en Japón?

- Unos cuarenta

- ¿Arraigado aquí con hijos y nietos?

- No, soy religioso jesuita

- Ah, ya sé, los de Francisco Javier...

(En Japón es cultura general conocer el nombre del misionero navarro. No así la diferencia entre una secta y una orden religiosa).

- Por cierto, dígame, ustedes los jesuitas ¿son católicos o cristianos?

(Me río por dentro, pensando en quienes dirían en mi país que somos heréticos)

- Los jesuitas somos católicos, le respondo, y los católicos son cristianos. Una orden religiosa no es una secta, sino una comunidad comprometida con votos bajo la guía del Papa, para trabajar al servicio de un mundo más humano y más creyente, como buscaba Jesús.

- Un mundo así anhelamos también nosotros, como buscaba el Buda.

- ¿Es muy numerosa su danka? (Danka equivale a la feligresía de una parroquia).

- No excesiva, a pesar del sitio céntrico... (Pero más, sin duda, que toda nuestra diócesis católica de Kyoto).

- ¿No es frustrante pasarse la vida en el extranjero, trayendo de Europa la fe de Jesús a quienes no les interesa? ¿O quizás usted anuncia y vende mejor la mercancía convirtiendo a muchos kyudosha? (Kyudosha siginifica, en japonés, buscador de camino; es el nombre que dan, tanto en templos budistas como en iglesias cristianas, al catecúmeno que viene a aprender sobre la religión).

- No me considero empleado de publicidad y ventas, como los pioneros de ciertos nuevos movimientos sectarios. A Jesús, más que traerle, le busco. Kyudosha, es decir, buscadores de camino somos todos durante toda nuestra vida.

- En eso estoy de acuerdo, contesta el monje. Nosotros decimos que hasta que siguen creciendo las uñas del difunto, somos todos tankyûsha, es decir, exploradores que buscan el Camino del Buda sin acabar de encontrarle.

El monje calla y sonríe significativamente, mientras señala con el dedo a mis pies. Miro al suelo intrigado y luego me quedo mirándole interrogativamente.

- Cuando nos preguntan dónde está el Buda, respondemos: Aquí. La gente mira en torno y ve muchas estatuas de Buda en el templo. Siguen preguntando: ¿Cuál de ellas es el Buda auténtico? Y entonces señalamos a sus pies: El que está donde tú pisas, el que late donde tu corazón late, tan cerca de ti como tu mismo corazón y tan lejos como lo olvidado que tienes su latido.

- Claro, y por eso nos pasamos la vida buscándole.

- Y sin reconocer que nos ha hallado él primero, porque es la Vida que nos vive.

Se aleja despacio en silencio el monje. Contemplo el reflejo del sol de otoño a través de los arces sobre su kimono. Respirando su aura, su imagen se me transforma como en ensueño y me veo caminando junto al Jordán a unos pasos del enigmático buscador de Galilea, pescador de buscadores que pesquen personas vivas para la vida, diciéndonos: ¿Qué buscáis?

 

Juan Masiá

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