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-

DEL MIEDO A LA CONFIANZA

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Domingo XIX del Tiempo Ordinario

13 de agosto

Mt 14, 22-33

El miedo, en cuanto respuesta adaptativa que aparece en situaciones de peligro y que compartimos con los animales, es un mecanismo de defensa que nos permite afrontar la amenaza y protegernos. En este sentido, es una respuesta normal que facilita la adaptación y, en último término, la supervivencia.

Sin embargo, ese mecanismo instintivo se vuelve patológico cuando es desproporcionado y repetitivo. En tales casos, se activa con demasiada frecuencia. La persona vive instalada en el miedo habitual y lo siente de un modo exagerado, aun en presencia de estímulos carentes de peligrosidad. Aparecen así las diferentes fobias, las crisis de pánico, en definitiva, los miedos fantasmas y el miedo al miedo.

El miedo es una respuesta adaptativa. Sin embargo, cuando es desproporcionado, paraliza y genera sufrimiento incesante y con frecuencia agudo. El salto del miedo normal (positivo) al miedo patológico se produce a partir de experiencias más o menos traumáticas y de la elaboración mental de las mismas. Por decirlo brevemente: el miedo patológico es “creado” por la mente. A raíz de experiencias que se vivieron como amenazantes y no se resolvieron adecuadamente, la mente construye unas lecturas totalmente desajustadas, que ven peligros y amenazas por doquier. Son precisamente estas “creencias irracionales” las que explican los miedos excesivos y habituales, que generan tanto sufrimiento inútil.

Lo opuesto al miedo es la confianza. Cuando un niño crece en un clima de seguridad afectiva, desarrolla una confianza básica en la vida y en sí mismo, en la que puede hacer pie, manteniendo alejados los miedos irracionales. Cuando, por el contrario, careció de aquella seguridad básica, sobre todo en el inicio de su existencia, el miedo sustituye a la confianza, hasta el punto de colorear toda la personalidad. Es lo que expresó el filósofo Thomas Hobbes cuando escribió: “El día que yo nací, mi madre parió gemelos: yo y mi miedo”.

El miedo requiere un tratamiento psicológico específico, dependiendo de diferentes factores. Pero siempre es posible cultivar la confianza, con un doble trabajo: psicológico y espiritual. La comprensión profunda (espiritual) abre a la confianza en el Fondo de lo real (lo único realmente real); el trabajo psicológico potencia la confianza en sí mismo. En la medida en que crecemos en confianza, el miedo irracional disminuirá notablemente, permitiéndonos vivir de una manera más serena, descansada y plena.

 

Enrique Martínez Lozano

(Boletín semanal)

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