Una Declaración del Dicasterio vaticano para la Doctrina de la Fe acaba de aprobar “las bendiciones de parejas en situaciones irregulares [por ej., personas divorciadas vueltas a casar] y de parejas del mismo sexo”. Pero advierte que en dichas bendiciones “no puede haber un rito litúrgico, ni puede haber elementos festivos como podría ser vestimentas de matrimonio o una fiesta. Tampoco se puede hacer en el momento en que ellos contraen matrimonio civil en los países que esto se permite”.

En los colectivos afectados hay división de opiniones entre quienes acogen la decisión como un “paso adelante” y quienes la ven como una “bendición apartheid”.

En 2021, la Congregación para la Doctrina de la Fe afirmó que la Iglesia no podía bendecir las uniones de dos hombres o dos mujeres porque "Dios no puede bendecir el pecado”. Ahora admite que Dios bendice al pecador, pero haciéndole saber que lo es.

Se trataría, pues, de una bendición de segunda, y como a ocultas. Una bendición sin fiesta. ¿Una bendición? Me pregunto si no hubiera sido mejor haberse callado que haberse pronunciado a favor de una bendición apartheid, de una bendición vergonzante y humillante.

Entiendo y comparto el mensaje que acabo de recibir de Pedro Miguel Ansó, amigo mío con pareja estable: “Leo con decepción la nota sobre bendición de parejas homosexuales. ¡Qué pena que un Papa con una buena doctrina social no nos vea como personas iguales a los heterosexuales! Una vez más, esta Iglesia decepciona”.

 

José Arregi

Aizarna, 20 de diciembre de 2023