DECEPCIÓN, ¿Y QUÉ?
Florentino UlibarriConfieso que me decepciona
el rumbo de la Iglesia,
sus hieráticos dirigentes
y sus mensajes sin entraña evangélica;
y el proyecto de comunidad
que durante años me ilusionó
con grávida esperanza;
y la política y los partidos
que gobiernan u opositan;
y hasta quienes trabajan en servicios sociales
y reclaman prestancia y buena paga;
y, como si fuese un torrente,
me decepciona la vida que me lleva
y las palabras sin carne
que lanzamos al viento como siembra.
Todo ello me decepciona,
y muchas cosas más.
Pero disfruto y cultivo
el amor de pareja,
el amor de los hijos y de la familia
y el de muchos amigos de travesía.
Y tras la decepción, ¿qué?
¿Arrancar la cizaña?
¿Cambiar de levadura y masa?
¿Sembrar semilla más llamativa?
¿Tirar la toalla?
¿Bajarse de la barca?
¿Quedarse en la orilla?
¿Hacer caso a los cantos de sirena?
¿Desgranar agravios y penas?
¿Sentirse mártir de la causa?
¿Buscar responsables de las fechorías?
¿Aceptar que es ley de vida?
¿Renunciar a la utopía?
¿Cantar baladas de recogida?
¡Pues, no! Tras la decepción...
¡la indignación!
Más esperanza y utopía;
más riesgo y osadía;
más entrega y carne viva;
más comprensión y buena noticia;
más fe y justicia;
más fortaleza, ternura y vida;
más sacrificio y alegría...
aunque sea preciso
ocupar la calle
y pasar noches en vela,
o pegarse un chapuzón,
o volver a la alfarería,
o arreglar la barca,
o ajustar la dirección,
o cambiar de piel,
y hasta la imagen del Dios que nos guía.
¡Mi Dios amigo
y Señor de tanta travesía!
Florentino Ulibarri