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Libro de la biblia

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Fecha de Creación (Inicio - Fin)

-

LA MÚSICA DE DIOS

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Habíamos subido a Jerusalén para la fiesta de Pascua y fuimos a la sinagoga donde el rabino leyó o más bien recitó cantando, como es la costumbre en la semana pascual, el Cantar de los Cantares. Estábamos contentos y, al salir, Felipe caminaba canturreando las palabras que acabábamos de escuchar:

"Vuélvete, vuélvete, Sulamita;

vuélvete, vuélvete, para que te veamos.

¿Qué miráis en la Sulamita

cuando danza en medio de dos coros?" (Cant 7,2)

Nicodemo, que siempre aprovecha la ocasión para demostrarnos que conoce las Escrituras mejor que ninguno de nosotros, comentó que los profetas hablan con frecuencia de la danza para expresar la alegría de la salvación y citó al profeta Jeremías:

"De nuevo saldrás enjoyada a bailar

con panderos en corros

y vendrán entre aclamaciones a la altura de Sión (...)

Entonces la muchacha gozará bailando

y los ancianos igual que los mozos;

convertiré su tristeza en gozo,

los consolaré y aliviaré sus penas" (Jer 31,4.12-14).

Eso nos hizo recordar la narración del éxodo que habíamos escuchado durante la cena pascual, cuando después de atravesar el Mar Rojo, Miryam, la hermana de Moisés, se puso a danzar en la orilla celebrando la victoria del Señor (Ex 15,20-21).

Cuando nos dimos cuenta, estábamos ya ante la puerta llamada de las Ovejas, donde hay un estanque conocido con el nombre de Betesda, que tiene cinco soportales. En ellos hay siempre muchos enfermos recostados en el suelo: ciegos, cojos y paralíticos y, como es natural, es un lugar lleno de malos olores, moscas y suciedad.

Nosotros nos quedamos fuera para huir de todo aquello y evitar contagios pero Jesús, a quien parecen atraerle siempre esos lugares, empezó a pasear por los pórticos mirando a los que se sentaban apoyados en las paredes o yaciendo en camillas.

Desde lejos le vimos detenerse y entablar conversación con un anciano inválido postrado en una de ellas y contemplamos con asombro cómo, de pronto, aquel hombre se ponía de pie, tomaba su camilla y echaba a andar con paso rápido, abriéndose camino entre los otros lisiados que le miraban atónitos (Cf. Jn 5,1-10).

Cuando Jesús volvió a unirse a nosotros, Susana dijo que la familia del paralítico curado era vecina suya y que sabía que aquel hombre llevaba treinta y ocho años postrado pero que seguramente ahora estaría dando gracias a Dios con las palabras de un salmo:

"Cambiaste mi luto en danza,

me desataste el sayal y me has vestido de fiesta"

(Sal 30,12-13).

Más tarde supimos que el asunto había causado revuelo y provocado un sin fin de críticas y murmuraciones contra Jesús por haber realizado una curación precisamente en sábado: a los fariseos y escribas les daba igual que aquel hombre volviera a caminar, sólo les importaba que una ley había sido quebrantada. Por eso no nos resultó extraño oír de Jesús estas palabras:

"¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños que, sentados en la plaza, gritan a otros:

"Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis" (Lc 7,31-32).

Había un tono triste en su voz que, más allá de la queja, trataba de sacudir la incapacidad de los que le oían para salir de su anquilosamiento y comenzar a moverse en otra dirección diferente de la que esclerotizaba su mente.

Los estaba convocando, a ellos y a todos nosotros, a salir fuera del espacio estrecho y asfixiante de nuestras viejas tradiciones que solo nos permitían girar en círculo, repitiendo siempre las mismas ideas, las mismas preocupaciones, las mismas imágenes sobre nosotros y sobre Dios.

"- Abandonad vuestra rigidez y vuestras parálisis", parecía decirnos, "dejaos llevar por la música de Dios que os llevará más allá de vuestros calculados movimientos. El es el Tañedor de flauta que os introducirá en el ritmo de su amor. Porque lo suyo es cambiar vuestro luto en danza y desatar vuestros sayales para que os pongáis en pie y, como aquel paralítico, podáis volver a caminar por una nueva vida revestidos de fiesta".

 

Dolores Aleixandre

(Un tesoro escondido. Las parábolas de Jesús. Ed CCS)

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