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LOS DOS CÓDIGOS

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Mateo 9, 9-13

¿Qué trastienda existe detrás de este texto de Mateo, en que se produce un enfrentamiento entre los fariseos y Jesús? Simplemente, existe el choque de dos esquemas, de dos comportamientos, de dos códigos: el código de la santidad y el código de la misericordia.

El código de la santidad. Surgió en el Judaísmo después del exilio de Babilonia (siglo VI a. C.). El lema central eran estas palabras: "Serás santo, como el Señor tu Dios es santo" (Levítico 19,2).

Se trataba de imitar a Dios. Como Dios era santo, el pueblo de Israel también debía serlo. Su modo de vida tenía que estar cimentado en la santidad.

Una de las notas características de la santidad era la separación. Se entendía que para ser santo, Israel debía separarse de todo tipo de contaminación. Esto produjo las distinciones de:

· puro e impuro;
· limpio y manchado;
· sagrado y profano;
· judío y gentil;
· justo y pecador.

Motivaciones. ¿Por qué eligió el judaísmo el código de la santidad? El motivo parece ser el siguiente: la experiencia del exilio fue durísima para el pueblo judío. Fueron 50 años de sufrimientos, lejos de su patria y del templo; viviendo en tierra extraña y siendo objeto de la burla de sus enemigos.

En este período aciago de su vida, los judíos llegan a esta conclusión: en adelante seremos fieles a Yahvé, con el fin de evitar otro castigo similar de la Justicia divina.

Por otra parte, siendo como eran un pequeño grupo social, los judíos veían el peligro de ser absorbidos por sus vecinos más poderosos.

Tanto la fidelidad a Yahvé como la supervivencia grupal, estrechando los lazos internos y excluyendo los exteriores, exigían el reforzamiento del código de la santidad.

De este modo, la Ley, la Torá, se interpretaba desde el paradigma de la santidad. Se prestaba gran atención a las leyes que enfatizaban la separación de lo impuro, dentro de Israel. Esta tendencia fue dominante y coloreó toda la interpretación de la Biblia y su práctica posterior.


Los grupos que encarnan el código de la santidad.

1. Los esenios. Este grupo fue conocido, en gran parte, por los descubrimientos de los rollos en Qumran, junto al Mar Muerto, en 1947.

Los esenios llegaron al convencimiento de que el código de la santidad era imposible practicarlo dentro de la ciudad; consecuentemente, dejaron Jerusalén y se establecieron en el desierto, cerca del Mar Muerto.

Llevaron una vida comunitaria de gran disciplina de corte monástico. Se autodenominaban "los hombres de la santidad", que vivían en "la casa de la santidad". Tenían muy claro que la santidad requería una total separación de la sociedad impura.

Al tiempo que se veían a sí mismos como "los hijos de la luz", tenían a los romanos (y a la mayor parte del pueblo judío) como a "los hijos de las tinieblas", y esperaban con gran fe el día en que Dios destruiría a los romanos en una batalla final apocalíptica.

No sobrevivieron más allá del siglo I, pues al tomar parte en la lucha contra los romanos, antes de caer en manos de éstos, huyeron para salvar sus vidas.

2. Los fariseos. Son muy conocidos por los evangelios como los enemigos de Jesús. La consideración de hipócritas que les atribuyen los evangelios, no parece ajustarse a la realidad, pues eran sinceros observantes de la Ley y temerosos de Dios.

Se distinguieron por la radicalización en el cumplimiento de la Torá, dentro del código de la santidad. A diferencia de los esenios, no abandonaron la ciudad, viviendo con el pueblo para que éste se convirtiera en "un reino sacerdotal puro".

Eran estrictos en el cumplimiento de las leyes más nimias, pagando los impuestos con escrupulosidad. Su influencia y poder era morales. Su mayor sanción era el ostracismo social y religioso, aplicado a los que ellos consideraban pecadores, a los que llamaban "gentiles". Contra éstos, sentían un rechazo frontal y no compartían con ellos nada, y menos la mesa a la hora de la comida.

Los fariseos eran la más visible manifestación del código de la santidad. Eran los máximos exponentes del hombre religioso judío: absoluta lealtad a Dios, amor al prójimo, celebración del sábado y las fiestas, práctica regular de la oración y el ayuno. Entre ellos se dieron los ejemplos más vivos de santidad, dentro del judaísmo.

3. Los zelotas. Este grupo armado también practicaba, a su modo, el código de la santidad en su lucha contra el impuro e idolátrico invasor romano.

Radicalizaban el primer mandamiento: "No tendrás ningún otro señor fuera de Dios". Sólo Dios era Señor, no el César.

Se negaban a pagar impuestos a los romanos y animaban al pueblo a hacer otro tanto.

El año 74 d. C., en Masada, prefirieron quitarse la vida, antes que entregarse al enemigo.

4. Los "pecadores" y los "publicanos". El código de la pureza vivido con radicalidad por los grupos antes citados, ahondó el abismo entre ellos y la gran masa del pueblo. Así se produjo una gran división dentro del mismo pueblo judío.

Los fariseos consideraban pecadores a todos los no observantes, a los que vivían ajenos al cumplimiento de la ley y la religiosidad en torno al templo. De éstos afirmaban los fariseos que retrasaban la manifestación de Yahvé para implantar una sociedad nueva, según Dios.

La tan esperada manifestación de Dios, como la esperaban los judíos observantes, nunca se produjo. De hecho, el código de la santidad llevó al pueblo judío a la guerra contra los romanos (66-70 d. C.), con el enorme sufrimiento y destrucción del templo y de Jerusalén.

Jesús de Nazaret. Hacia el año 30 de la era cristiana, cuando Jesús comenzó su vida pública, se encontró con esta realidad. Por una parte, estaban los fariseos, que eran los más numerosos e influyentes, que practicaban el código de la santidad. Por otra parte, Jesús tenía ante sí a la gran masa del pueblo, que vivía ajeno a estas preocupaciones de los puros.

¿Qué postura tomará Jesús? ¿Se sumará al ideal fariseo, esenio o zelota del código de la santidad? No. Mientras el judaísmo del siglo I se centró, sobre todo, en este código, Jesús adoptó para sí otro distinto: el código de la compasión.

Jesús asumió para sí el código de la compasión, como punto de partida en su obrar diario con toda la gente que él trató, especialmente con los más menesterosos, con los incapaces de distinguir códigos de conductas.

La compasión va a conducir a Jesús a tener la postura contrapuesta a la de los fariseos, que, aunque sabían y aceptaban que Dios era amor, escogieron como punto de énfasis la santidad personal, a imitación de la santidad de Dios.

Jesús enfatizó la compasión de Dios. El padre del hijo pródigo tenía compasión; el samaritano actuó movido por la compasión; en la parábola del publicano y el fariseo, aquél apeló a la compasión de Dios. Así, en toda conducta, en toda su actividad sanadora, Jesús se dejó conducir por la compasión de Dios.

¿Qué imagen de Dios queda aquí reflejada? El Dios del amor, el de la compasión, el Padre a quien se le conmueven las entrañas, al ver al hijo que vuelve a casa.

Los códigos de la santidad y la compasión alejan entre sí a los fariseos y a Jesús de forma alarmante.

Extrañamente, el código de la santidad alejó a los fariseos de la compasión y el amor a sus semejantes, lo que significa que un principio mal entendido nos puede alejar de Dios.

Yo me quedo con el código de Jesús. Prefiero ser menos "santo", con tal de llegar a ser "compasivo". Aunque, bien considerado, el termómetro de la santidad se mide siempre por la compasión ejercitada.

¿Qué código prevalece hoy en la Iglesia? En la Iglesia de Dios, en nuestras comunidades cristianas, en la Iglesia institución, ¿cuál de estos dos códigos prevalece?

Para saberlo, habrá que atender a los hechos y ver cómo son tratados los más necesitados o los contrarios: los divorciados, los homosexuales, los enemigos políticos, los teólogos discrepantes, etc.

El evangelio de hoy es un grito que resuena en nuestros oídos para que nos dejemos llevar, a imitación del Dios compasivo, reflejado en su Hijo Jesús, por el amor y la compasión. Todo lo demás, aun la misma santidad, es puro engaño.

 

Pedro Olalde

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