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COMENTARIO DE XABIER PIKAZA A MI TESTAMENTO TEOLÓGICO. EN MANOS DE DIOS (FE ADULTA 2018)

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En este libro, Gonzalo Haya se presenta como “teólogo” en el hondo sentido de las palabras.

Su línea básica es la misma que en las obras anteriores, pero, a mi juicio, destacan tres novedades o, más bien, tres artículos o puntos más significativos, subrayando aquello que él ha querido decirnos y ha dicho en su última etapa teológica.

Primer artículo: el primado de la conciencia (pág. 14‒18). 

“Están cambiando las creencias -las explicaciones- pero mi apoyo más firme es mi conciencia; sé que tiene mucho de subjetivo, que necesita ser completada, pero es la base más sólida por la que puedo avanzar”.  En esa línea, G. Haya es un pensador que sigue la línea más cristiana de San Pablo, cuando apela, una y otra vez, a la conciencia como principio de libertad, de responsabilidad y de comunión universal (tema clave de la carta a los Romanos).

Pablo pensaba que un tipo de judaísmo ponía la ley por encima de la conciencia, y muchos cristianos posteriores han pensado que ciertas iglesias ponen sus normas y estructuras por encima de la conciencia. Pues bien, apelando apelando a Pablo y a los grandes cristianos, Gonzalo ha querido insistir en el testimonio de la conciencia, como principio fundamental de la vida y acción cristiana.

En ese sentido, a su juicio, allí donde Espìnoza decía “la naturaleza, es decir, Dios”, él establece otro principio más hondo: La conciencia, es decir, Dios… Dios se revela en la conciencia de los hombres, en un sentido más ético (Kant) o más fiducial (Schleiermacher). Dios mismo es, según eso, aquel que habla en la conciencia de los hombres, que, mirando a su interior, siendo fieles a sí mismos, se descubren abiertos y en comunión con la sociedad entera y con todo el universo.

En esa línea se podría decir que no hay nada más importante que una “buena conciencia”, como centro sagrado en que se implican y enriquecen Dios en sí (¡Dios, sin más!) y la propia verdad de los hombres, a través de la libertad de conciencia, que fue destacada por Lutero, pero que constituye un tesoro universal cristiano y humano. Éste es, a mi juicio, el primer artículo de este testamento teológico.

Segundo artículo: El Dios en el que creo, una sociedad alternativa (pág. 56‒64). 

En un primer momento, G. Haya ha puesto de relieve el hecho de Dios  como misterio indecible, más allá de nuestro pensamiento racional, y en esa línea defiende un tipo de teología apofática, opuesta a un monismo puro (Dios Uno e Infinito, separado de todo) y un panteísmo poco diferenciado, según el cual Dios es Todo, sin más. En esa línea, él ha querido ir más allá de la identidad pura y de la pura distinción de Dios, buscando formas de entenderle como unidad de comunión. 

Desde ese fondo, ha querido ratificar siempre la imagen de Dios como Padre, pero en una línea que es, al mismo tiempo, masculina y femenina, de separación y de identificación. De todas formas, “él cree que la imagen más adecuada a nuestros tiempos es la imagen bíblica de Dios como Espíritu. Dios como Padre puede acentuar la dualidad y la distancia; el Espíritu, en cambio, es común a todos nosotros en cualquier tiempo y espacio, pero se diferencia de nosotros”.

Desde ese planteamiento, Gonzalo supera una teología  estrictamente dicha,  centrada en Dios en sentido dogmático, para poner de relieve una espiritualidad, más allá del teísmo y ateísmo. A su juicio, los dogmas separan, las religiones establecidas dividen, sólo la experiencia común del Espíritu, que es divino siendo humano, vincula a todos los hombres, en línea de evangelio, es decir, de buena noticia religiosa.

Desde ese fondo, él se opone a la simple trascendencia de Dios (pues él no es puro más allá), oponiéndose, al mismo tiempo, a un tipo de inmanencia cósmica del misterio.

Ciertamente, algunos autores consideran que la acción de un Dios trascendente invadiría la autonomía del hombre; pero, en contra de eso, G. Haya afirma que la trascendencia de Dios no excluye su inmanencia en el universo y en el hombre. “Intimior intimo meo” (más íntimo que mi misma intimidad) reconocía san Agustín. Dios es el fundamento de la existencia y de la actividad del hombre, y además lo trasciende. 

Tercer artículo: Jesús de Nazaret, la fraternidad (pág. 82‒85).

Ésta es la propuesta clave del testamento de Gonzalo: “El proyecto de Jesús era formar una sociedad justa basada en la fraternidad como hijos de Dios”. Se trataba, pues, de un proyecto trascendente (de fondo religioso), pero concretado en el surgimiento de una sociedad fraterna, de tipo “laical”, más que puramente religioso. El proyecto de Jesús no desemboca, según eso, en el surgimiento de una iglesia confesional separada, con un tipo de poder religioso, sino en el establecimiento de una sociedad igualitaria y justa, fundada en el testimonio de una conciencia ética y en la comunicación espiritual entre todos los creyentes.

Según eso, la fe en el Dios de Cristo (una fe que se puede concretar en un tipo de confesión y propuesta de amor), se despliega y cumple en forma de amor fraterno (Mt 22,34-40), un amor que no necesita iglesias separadas, aunque puede expresarse a través de ellas, conforma a la palabra de Jesús a la samaritana: “Se acerca la hora en que no daréis culto al Padre ni en este monte ni en Jerusalén… los que dan culto verdadero adorarán al Padre con espíritu y lealtad” (Jn 4,21-3).

De esta forma se expresa la experiencia mística de Jesús en el Jordán, cuando descubre a Dios como Padre que le transmite su espíritu y le envía “a dar la buena noticia a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año favorable del Señor” (Lc 4,18 s). De esa forma su fe en Dios (su religión) se expresó y concretó en un plano laical. Él no vino a resolver problemas religiones o disputas entre Jerusalén y el monte Garizim de Samaría:

Su enseñanza no se centró en Jerusalén ni en el Templo, no ocupó la cátedra de Moisés, sino que recorrió las aldeas de Galilea y sus alrededores escuchando los problemas del pueblo, haciendo lo que podía por remediarlos o suavizarlos –fueran milagros o placebos–, y promoviendo unas relaciones de solidaridad y fraternidad. Pasó haciendo el bien y curando a todos los sojuzgados por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10,38).

Según la visión de G. Haya, Jesús se opuso a la religiosidad sacral del judaísmo posterior al exilio, situándose en una línea opuesta a la de Esdras y Nehemías, que reconstruyeron el Templo y las murallas de Jerusalén, que establecieron una ley impositiva, expulsando a las mujeres extranjeras y convirtiendo la religión  en una garantía de su identidad nacional. Pues bien, volviendo a la raíz del auténtico Israel, Jesús invirtió ese tipo de religión nacional (oponiéndose también a la visión de los macabeos, sin identificarse con los helenistas contrarios).

Por impulso y presencia de Dios, Jesús se opuso a los sacerdotes del templo, lo mismo que a un tipo de rabinos fariseos, poniendo así la verdad de Dios (su presencia espiritual) al servicio de los marginados, de los enfermos, de la comunión entre todos los hombres y mujeres. Éste es el último artículo del testamento teológico (del credo de G. Haya).

Conclusión

Para mí (y espero que siga siendo muchos años) un lujo y un don haberle conocido, desde mi primera lectura de la versión francesa de su tesis sobre el Espíritu Santo (año 1975), hace más de cuarenta años. Él, con Gloria, su esposa, ha sido para mí gran alegría y causa de enriquecimiento personal e intelectual, pues ha enriquecido mi vida en últimos quince años, en los que hemos colaborado desde perspectivas algo distintas, pero siempre con un mismo horizonte de experiencia espiritual humana. Su relectura de mi comentario de Marcos me ha iluminado más de lo que aquí puedo declarar. 

Sólo me queda decir que recibo con gozo y comparto (si él me deja) su testamento teológico, de niño en las manos de Dios (imagen de portada), aunque quiero hacerle una última anotación: Espero que éste no sea su último testamento, sino que siga viviendo, pensando y escribiendo durante muchos años… de manera que pueda escribir (por ejemplo, el año 2025) Mi Nuevo Testamento Teológico, y que yo pueda vivir para comentárselo de nuevo. Un abrazo a ti Gonzalo, un beso para Gloria.

 

Desde San Morales, 21.2. 2019

Xabier Pikaza

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