Los judíos acabaron
echando a los cristianos de sus sinagogas, como pone el
evangelio en forma de anuncio (16,2), después de haber
ocurrido los hechos. Esta expulsión implicaba su
marginación allá donde dominaban los judíos.
Con este suceso,
algunos abandonaron la comunidad cristiana; otros se
apartaron del mundo en comunidades cerradas. De ahí la
oración de Jesús: No te pido que los saques del mundo,
sino que los libres del mal (17,15); y también la
referencia al encierro de los discípulos en la tarde de
Pascua (20,19).
Contra los judíos,
este evangelio insiste en que Jesús es el Mesías; más
aún, el Hijo de Dios.
Para resaltar la
divinidad de Jesús, utiliza recursos especiales:
·
por
ejemplo, la fórmula ‘Yo soy’, que sale varias veces, nos
recuerda la definición dada por Dios a Moisés (Ex 3,14);
·
la
repetida afirmación de que Jesús leía el interior;
·
la
estrecha unión de Jesús con el Padre, hasta llegar a
decir: “Quien me ve a mí ve al Padre” (14,9);
·
la
dedicación absoluta de Jesús a la voluntad de su Padre
(4,34; 7,16; 8,26; 12,49-50);
·
la
soberanía que muestra en todo momento, por encima de los
acontecimientos, sobre todo en la pasión, que parece un
paseo triunfal, aunque doloroso, más que una derrota.
Todas estas
comunicaciones están referidas al Resucitado más que a
su vida terrena.
Es, pues, un evangelio
más espiritual que los otros. Pero al mismo tiempo
acentúa la encarnación y la humanidad de Jesús más que
ninguno, para combatir a los gnósticos.
Bajo la influencia del
platonismo, que menospreciaba lo material y también el
cuerpo humano, los gnósticos decían que el cuerpo de
Jesús era sólo aparente. Por ello se les llama
docetas, y a su doctrina, docetismo, palabras
que significan apariencia. Juan combate
fuertemente a los gnósticos.
Este evangelio acentúa
la humanidad de Jesús en distintos lugares.
·
En el
primer capítulo dice: “El Verbo se hizo carne” (1,14),
es decir: ser humano, y ser humano débil, que es el
significado verdadero de la palabra griega
correspondiente.
·
En el
capítulo de la eucaristía (6) habla crudamente de
comer la carne y beber la sangre de Jesús.
·
En la
primera carta de Juan (4,2-3), que es del mismo círculo
juaneo, dice expresamente: “Todo el que confiese a
Jesucristo venido en carne mortal es de Dios; el que no
lo confiese, no es de Dios, sino que es el anti-cristo”.
Por acentuar la
humanidad de Jesús, destaca también el amor a los
hermanos como distintivo principal de los cristianos:
·
“Conocerán que ustedes son mis discípulos en que se
aman unos a otros” (Jn 13,35);
·
en 1Jn,
exige un amor práctico a los necesitados (3,16-18).
Esos dos puntos
–divinidad y humanidad de Jesús- más la fe son los más
importantes de este evangelio. Pero hay otros que
merecen destacarse. A continuación señalamos cinco de
ellos.
OTROS
CUATRO PUNTOS
Su postura
frente al mundo va cambiando.
·
Al
principio es positiva y optimista, cuando dice una de
las frases más importantes de toda la Biblia: “Tanto amó
Dios al mundo, que le envió a su Hijo Único, no para
condenarlo, sino para salvarlo”.
·
Después, adopta una postura más negativa, como en:
15,18
ss:
Cuando el mundo os odie, tened presente que primero me
ha odiado a mí. 19 Si pertenecierais al
mundo, el mundo os querría como a cosa suya, pero como
no pertenecéis al mundo, sino que al elegiros yo os
saqué del mundo, por eso el mundo os odia. 20
Acordaos del dicho que yo mismo os cité: «No es un
siervo más que su señor».
o
17,9:
Yo
te ruego por ellos; no te ruego por el mundo, sino por
los que me has entregado, porque son tuyos)
Es de una gran
dureza contra los fariseos y líderes judíos,
dureza que refleja la confrontación de la comunidad de
Juan con ellos.
Ver, por ejemplo, las
discusiones con ellos en los capítulos 7-8-9.
Y como a veces emplea
sólo la palabra judíos sin especificar más,
puede dar la impresión de antijudaísmo.
En el relato de la
pasión suaviza las culpas de los Romanos y carga las de
los judíos en general. Si hubiera distinguido entre los
líderes y el pueblo, hubiera quedado más equilibrado
este punto.
El Espíritu Santo
ocupa un
lugar importante en este evangelio (capítulos 14-16 y
20,21-23).
Jesús Resucitado nos
comunica su Espíritu. Este nos aclara y completa la
revelación de Jesús, nos da fuerza para seguirle y nos
conduce a la misión en el mundo.
Con el Espíritu Santo
se vislumbra el misterio trinitario, que habita en
nosotros y nosotros en él. Este punto le da un tono muy
profundo a este evangelio.
Juega mucho con
algunas palabras claves como: muerte-vida,
luz-oscuridad, vista-ceguera, verdad-mentira, etc. Ello
le hace muy simbólico; de tal forma que,
debajo de lo que narra, hay siempre un segundo plano,
más profundo.
Y Jesús suele aparecer
en los dos planos: como muy humano (con los sentimientos
y limitaciones humanas) y a la vez como quien está
encima de todo, consciente de su misión, dueño de la
situación en los peores momentos, por ejemplo en este
relato de la pasión.
Juan superpone el
Jesús humano e histórico, que no sabía y no podía, y el
Jesús resucitado, que es a quien él destaca para pedir
la fe.
Es comprensible que a
veces los interlocutores no entiendan, porque el
evangelista salta de un plano a otro. Veamos dos
ejemplos.
·
En la
expulsión de los vendedores del templo (2,13-22)
Jesús se refiere a su cuerpo –nuevo templo-, pero habla
del templo; los judíos, como es natural, no le
entienden; y nosotros tampoco entenderíamos, si el
evangelista no nos lo dijera expresamente (V.21).
·
En el
relato de la Samaritana (4,5-42), Jesús habla del
agua viva, que es él mismo, y la Samaritana entiende el
agua del pozo; si el evangelista no lo aclarara, no
entenderíamos tampoco nosotros.
Precisamente este
relato de la Samaritana puede ser una especie de
síntesis de la profunda interrogación y reflexión que
hace este evangelio sobre el misterio de Jesús.
En él, Jesús aparece
como Señor, Profeta, Mesías, Salvador, y finalmente Hijo
de Dios por su unión con el Padre. De ahí nace la
insistencia de este evangelio en la fe. Sus duras
confrontaciones con los judíos son combates por la fe en
Jesús. Todos los relatos y discusiones acaban centrados
en la fe y el amor a Jesús.
Patxi
Loidi