Guatemala-2008,
bajo sus 7 plagas
Guatemala tiene enormes riquezas y valores
de naturaleza, culturas y espiritualidades, en sus 109 mil
kilómetros cuadrados y en sus 13 millones de habitantes.
Subsuelos con oro y otros metales. Todas las alturas y
climas, costas, playa, altiplano, y alturas de 3.000 metros
habitadas; 19 ecosistemas, 300 microclimas, biosfera maya,
33 volcanes (5 activos). Cultivan gran variedad de productos
agrícolas. 60 por ciento de la población son indígenas, con
21 etnias mayas y una de negros garífunas; se hablan 23
lenguas además del castellano.
Pero toda la población sufre en 2008 las 7 plagas de
Guatemala:
1. La plaga del miedo y la desesperación, bajo la violencia
mortal impune.
Impunidad y violencia se refuerzan y crecen en cifras y
crueldad: secuestros, extorsiones, asaltos, robos,
asesinatos atroces de personas, familias, mujeres y niños,
linchamientos, venganzas, feroces matanzas...
Tantas y tales son las fuerzas criminales (desde el
narcotráfico y el crimen organizado a las bandas y mafias de
secuestros y robos, hasta los sicarios y las maras o
pandillas de jóvenes) que ya Guatemala se llama “país
multicriminal”.
De enero a septiembre de 2008, 4.000 asesinatos (de 15 a 20
diarios); 106 choferes de autobuses públicos asesinados, y
casi otros tantos entre ayudantes y pasajeros; 50 menores
asesinados por mes, en “limpieza social”, etc., etc.
Y nadie resuelve esto: el gobierno, incapaz; la policía, a
veces cómplice; los jueces, 67 amenazados en lo que va de
2008, muchos se inhiben o huyen, otros son asesinados.
La población se refugia en el miedo o en la seguridad
privada, y se insensibiliza: “¿Tenemos horchata en las
venas?” pregunta El Periódico (noviembre de
2008). Queda el país libre para la múltiple violencia
criminal, que la Conferencia Episcopal Católica califica en
octubre de 2008 de “terrible” e “insoportable”.
2. La plaga de la pobreza y la desnutrición crónica; la
extrema desigualdad y la inseguridad alimentaria.
60 por ciento de guatemaltecos viven en la pobreza; en
pobreza extrema el 20 por ciento; 700.000 pobres más en este
año, y 500.000 bajan de pobres a la extrema pobreza.
El 50 por ciento de los niños arrastran desnutrición
crónica; entre los indígenas el 70 por ciento. 6.147
comunidades padecen algún grado de desnutrición, 332 en alto
riesgo.
Guatemala es el país de mayores desigualdades de América
Latina. La crisis económica mundial y la subida del precio
de los alimentos, así como la pérdida de empleos y la vuelta
de cientos de miles de emigrantes ilegales de Estados Unidos
(disminuyen las “remesas”) agravan la pobreza en Guatemala.
La canasta básica de alimentos ha subido a 2.000 quetzales,
y el sueldo básico es de 1.660. Al déficit de viviendas
dignas (más de millón y medio) le acompaña el déficit de
agua potable, salud, educación y trabajo.
3. La plaga de la corrupción generalizada.
“Toda Guatemala estamos afectados por la corrupción”, dice
un guatemalteco.
Desde las altas esferas, con dos ex-presidentes huyendo de
la justicia, altos funcionarios prófugos o bajo juicio y en
la cárcel y desde el Congreso (82.8 millones de Quetzales
“desaparecidos” en este año) con su presidente bajo juicio y
varios funcionarios prófugos de la justicia, la corrupción
desciende a pervertir instituciones tan vitales como la
Policia Nacional (casi 2.000 agentes depurados en “suma y
sigue”).
Este cáncer de la corrupción se extiende en metástasis a
todo el cuerpo social de Guatemala; a diferentes niveles,
casi toda la población “trampea” y practica el nepotismo.
4. La plaga del fracaso educativo.
Los niños y los jóvenes suman el 40 por ciento de la
población de Guatemala, y la propuesta educativa nacional
viene fracasando año tras año, desde la primaria hasta la
universidad: es muy alta la ausencia de la escuela primaria,
y muy bajo el acceso a la universidad, por la pobreza.
El magisterio lucha en constante conflicto con el Gobierno,
por los bajos sueldos y la falta de formación y de medios.
5. La plaga del racismo.
A pesar de que los indígenas son más de la mitad de la
población, en la convivencia y en todas las dimensiones de
la vida, se han estructurado dos características históricas
negativas, que no desaparecen: hay divisiones entre los
grupos indígenas, y hay discriminación y racismo hacia todos
ellos, violando el “Acuerdo sobre Identidad y Derechos de
los Pueblos Indígenas” firmado en los Acuerdos de Paz en
1996.
6. La plaga del crecimiento desmedido de la población.
Por la pobreza y por costumbres culturales y religiosas, se
descuida la educación sexual y el control de natalidad.
Las familias pobres son las que más hijos tienen; y es
abundante la procreación fuera de la familia: un 30 por
ciento de los nacimientos es de madres solteras, y aumentan
las madres adolescentes a partir de 14 años.
La población crece a tal ritmo, que, en 20 años, Guatemala
doblará su población, serán 25 millones, y no se ven
posibilidades reales de superar el actual déficit de
“atención” en viviendas, salud, educación y puestos de
trabajo. Por ello ahora ya, cada año 200.000 guatemaltecos
buscan su vida en otros países.
7. La plaga de la ingobernabilidad del Gobierno de turno.
Después de las dictaduras militares, los sucesivos Gobiernos
se muestran incapaces de superar los niveles inhumanos de
desigualdad e injusticia estructural y social que provocaron
el conflicto armado interno durante cuatro décadas.
El actual Gobierno, como los anteriores, está defraudando
las esperanzas. Ya se ha declarado sin capacidad para
enfrentar al narcotráfico y al crimen organizado, y ni
siquiera da seguridad a la vida de la población. Y llama al
limosneo paternalista y populista de repartir alimentos y
ayudas, “justicia social”.
Lo peor de estas plagas es que no son “momentáneas”, sino
“permanentes”.
Vienen de lejos, y no se ve que puedan desaparecer a corto
ni a mediano plazo; se han fortalecido en los últimos años.
Sobre Religiones e Iglesias:
En los años 70, los católicos eran casi el 90 por ciento de
la población de entonces en Guatemala. Ahora somos el 50 por
ciento. Han crecido mucho los pentecostales y toda una
constelación de Iglesias que se llaman “cristianas”.
Y durante el conflicto armado, las Iglesias tuvieron
testigos, profetas y mártires. El último gran mártir fue el
obispo Juan Gerardi, asesinado el 24 de abril de 1998 por
los militares.
Ahora, bajo la falsa paz firmada en 1996, las injusticias
continúan y las nuevas violencias desangran a Guatemala más
aún que durante el conflicto armado, pero, no hay tantos
testigos, ni profetas, ni mártires en las Iglesias. Todos
vivimos bajo el síndrome del miedo, y sobreabundan los
ministerios y prácticas pastorales “espiritualistas”.
Teófilo Cabestrero cmf.
Ciudad de Guatemala, 2008