“LA REPÚBLICA DEL CONGO LLORA A SUS HIJOS
Y NO QUIERE CONSOLARSE”
Esta es la Declaración de la Comisión Permanente de los
Obispos sobre la guerra en el Congo. Exponen la realidad sin
diplomacia y pretenden, con su denuncia, apoyar el proceso
de Paz.
“Nosotros, arzobispos y obispos, reunidos en Kinshasa del 10
al 13 de noviembre 2008, afligidos y conmocionados por la
tragedia humana en el este y noreste de la R. D. del Congo,
lanzamos un grito de desesperación y protesta.
A pesar de nuestros angustiados gritos de ayuda dirigidos
tanto a nuestros gobernantes como a la comunidad
internacional, la situación en esta parte de nuestro país no
ha hecho más que empeorar y está tomando dimensiones
insoportables, sumamente inquietantes y capaces de
desestabilizar toda la región si no se hace algo
urgentemente.
¿Un genocidio silencioso?
Vivimos un auténtico drama humanitario que, como un
genocidio silencioso, se está llevando a cabo bajo los ojos
de todos. Las masacres a gran escala de la población civil,
el exterminio selectivo de los jóvenes, las violaciones
sistemáticas llevadas a cabo como un arma de guerra, se han
desencadenado de nuevo con una crueldad y una virulencia
impensables contra la población local que jamás ha exigido
más que una vida tranquila y digna en sus tierras. ¿Quién
estará interesado en semejante drama?
Es evidente que los recursos naturales de la R. D. de Congo
alimentan la avidez de ciertas potencias y no son ajenos a
la violencia que se impone a la población. En efecto, todos
los conflictos se producen en las rutas económicas y en
torno a los yacimientos de minerales.
Lo más deplorable es que estos terribles hechos ocurren bajo
la mirada impasible de quienes han recibido el mandato de
mantener la paz y proteger a la población civil. Nuestros
mismos gobernantes se muestran impotentes ante la amplitud
de la situación, y dan la impresión de no estar a la altura
de los desafíos de la paz, de la defensa de la población
congoleña y de la integridad del territorio nacional.
¿Cómo se puede entender que los diferentes acuerdos sean
violados sin ninguna presión eficaz para obligar a sus
signatarios a respetarlos? Las distintas conferencias y
reuniones para resolver esta crisis no han abordado todavía
los temas de fondo y no han hecho otra cosa que postergar y
defraudar las aspiraciones legítimas de paz y justicia de
nuestro pueblo.
Condenamos
con vehemencia esta manera innoble de considerar la guerra
como medio para resolver los problemas y acceder al poder.
El orden constitucional emanado de las elecciones
democráticas en nuestro país debe ser mantenido.
Denunciamos
todos los crímenes cometidos contra ciudadanos pacíficos y
desaprobamos de la manera más absoluta toda agresión al
territorio nacional.
Denunciamos
la dejadez con que la comunidad internacional trata los
problemas de la agresión de la que nuestro país es víctima.
¿Qué pedimos?
Pedimos el cese inmediato de las hostilidades y que se
garanticen las condiciones de seguridad para el regreso de
todos los desplazados a sus tierras.
Con la máxima urgencia apelamos a la solidaridad nacional e
internacional para que se aumente la ayuda humanitaria en
favor de los miles de hombres, mujeres y niños amontonados
en los campamentos.
Invitamos a toda la población congoleña a un despertar
nacional para vivir como hermanos/as, en solidaridad y
cohesión nacional, para que el Congo no se deje llevar hacia
la violencia y las divisiones.
Exhortamos al gobierno congoleño a hacer todos los esfuerzos
necesarios para restablecer la paz en toda la extensión del
territorio nacional.
Pedimos a la comunidad internacional que se empeñe
sinceramente en hacer respetar el derecho internacional.
Consideramos imperiosa la necesidad de enviar una fuerza de
pacificación y de estabilización para restablecer los
derechos en nuestro país.
Compromiso de la Iglesia
Solidaria con los sufrimientos de su pueblo, la
Iglesia-familia de Dios del Congo se compromete a acompañar
a sus hijos e hijas por el camino de la reconciliación y de
la paz.
Dado en Kinshasa, el 13 de noviembre del 2008.