ENTERRADO YESUÁ,
NOS HICIMOS UN CRISTO A MEDIDA
¿Se parece
mucho el Cristo de la Fe
al Jesús
de la Historia?
Ni nos
gusta ni nos basta el Jesús histórico.
Pidió no
beber el cáliz y se ahogó en él. Le fallaron los suyos, y en el
momento supremo, le falló su Padre: le dejó ser hombre, sólo
hombre... hasta el final
Pero eso
no gustó ni a sus primeros seguidores. Desde el principio costó
mucho tragarse la vulgaridad de su humanidad: Uno igual a todos
en todo, aunque sin maldad.
Pienso que
el verdadero entierro no se lo hizo José de Arimatea. El
entierro comenzó después. Fue lento, poco a poco. Tardó siglos.
La última paletada y la lápida de mármol la colocaron antes de
la Edad Media. El epitafio decía:
Aquí yace,
Yesuá de Nazaret, bueno y poeta. Amó al pueblo y creyó en Dios.
Descanse en Paz.
Después
vinieron muchos filósofos y muchos teólogos y muchos concilios y
le hicieron muchas autopsias, radiografías, ADN. Yo dudo que el
resultado de su informe se parezca a la realidad.
Aquí queda
la pregunta en términos de asignatura de Cristología: ¿Se parece
mucho el Cristo de la Fe al Jesús de la Historia?
El
problema de la cruz y de la vulgaridad humana de Jesús se enfocó
pronto. A ese Yesuá tan agreste y humano, había que estudiarlo
desde arriba, desde la divinidad, desde la
Trinidad. Y empieza una Cristología escolástica que va de arriba
hacia abajo.
Había que
estudiar a Jesús primero como Dios, pasándolo al ámbito del
misterio. Así todo se traga y apaña más fácilmente. Con ese
enfoque se perdió el hombre Yesuá, el hijo de José ese otro gran
desconocido.
Pero
olvidamos que fue precisamente Yesuá, el de Nazaret con su
humanidad, y a través de su humanidad sin decorados, quien nos
convenció de que Yahvé era su Padre y nuestro Padre, y de que
Dios y hombre eran inseparables. Él, el de Nazaret, era la
palabra de Dios.
No ir a
Jesús viniendo de Dios, sino ir a Dios partiendo del Jesús
histórico, es lo que se llama Cristología desde abajo.
Quizá nunca creímos en Jesús. Hemos creído en Dios. A lo sumo en
Cristo. Pero aceptar al hombre es más difícil que aceptar a
Dios.
Este
problema es muy antiguo: para aceptar a Jesús había que lavarlo,
adornarlo con nubes, ángeles, magia, demonios. Ni nos gusta ni
nos basta el Jesús histórico. A través de él no acabamos de ver
a Dios.
Por eso
las virginidades, por eso los cantos y las voces celestiales que
quizá nunca se oyeron. Como tampoco vemos a Dios en el vecino,
en el peatón, en el pobre, en el marroquí...
Quien ama
al prójimo y lo acepta por amor a Dios, no ama ni acepta
al prójimo, dice amar a Dios.
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ORIGEN DE LA INSTITUCIÓN ECLESIÁSTICA
La iglesia
debe organizarse como estime más oportuno,
siempre que no
comprometa el mensaje de Jesús.
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