Jn 14, 1-12
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¿NADIE HA VISTO JAMÁS A DIOS?
Este fragmento del sermón de la Cena, el último
discurso de Jesús en el cuarto evangelio,
presenta la fe de los discípulos en Jesús, en
varios aspectos fundamentales:
·
El Primogénito.
El va el primero. Es la cabeza del cuerpo que
somos todos. Jesús resucitado no es simplemente
el triunfador glorificado individualmente. Es el
primogénito de los resucitados, la cabeza de
puente de la humanidad en el reino definitivo.
·
El camino.
El domingo pasado Jesús se definía como "la
puerta". Nuestro acceso a Dios es Jesús. El nos
ha hecho posible ver a Dios, de otra manera,
incomparablemente superior a nuestra razón o a
cualquier otra. Nuestra fe consiste básicamente
en llegar a Dios por Jesús. Y por Jesús se llega
a "Abbá". Nuestra aceptación de ese Dios y de la
manera de vivir que eso conlleva constituye la
piedra fundamental de nuestra fe.
Jesús es el camino. No simplemente sus palabras
indican el buen camino. El es el camino, él es
la Palabra, él es el hombre nuevo, él es
Dios-con-nosotros, él es la Liberación, él es la
Buena Noticia. Toda la fe del cristiano se basa
en una adhesión a él.
·
La verdad, la vida,
es lo mismo. La vida queda revelada en Jesús. Lo
que nosotros llamábamos vida, antes de conocerle
a él, no es sino manifestación de "la vida",
que se muestra en Jesús Resucitado. Es la única
Verdad definitiva, la verdadera esencia del
hombre, del mundo.
La vida como camino, como búsqueda de verdad:
Dios ayuda para caminar, espíritu para vivir, la
verdad os hará libres...
·
Muéstranos al Padre.
En el momento definitivo de la vida de Jesús,
Juan incluye la cumbre de su revelación. Esta es
la verdadera Buena Noticia, que podemos conocer
a Dios en Jesús, y qué Dios conocemos en Jesús.
Creemos en Jesús visibilidad de Dios.
¿Qué está pidiendo Felipe? Sin duda "ver a
Dios", la más vieja aspiración, la misma de
Moisés en Éxodo 33,18: "Déjame ver tu Gloria". Y
el Señor dejó entonces claro que no se puede ver
su Rostro, que solo se le puede conocer "de
espaldas". Parece como si Felipe volviese a la
más primitiva aspiración, como si estuviese
pidiendo una "Teofanía" semejante a la del
Sinaí, "ver a Dios cara a cara". Y la respuesta
de Jesús es la esencia de la fe cristiana: "Ya
lo has visto". Me has visto a mí, y es todo lo
que puedes ver de Dios, y esto te basta.
Es uno de los núcleos esenciales el evangelio de
Juan. Recordamos:
Juan 1, 18: A Dios nadie
le ha visto jamás:
El Hijo único, el que está en
el seno del Padre,
nos lo ha dado a conocer.
1ª Jn, 1,1: Lo que hemos contemplado con
nuestros ojos,
lo que han tocado nuestras
manos
acerca de la Palabra de la
Vida...
Estamos hablando de Jesús "visibilidad de Dios".
Estamos hablando de que en Jesús conocemos a
Dios: en sus Palabras reconocemos Palabra de
Dios, en sus modos de actuar vemos cómo actúa
Dios, porque en él reside la divinidad en
plenitud, porque es el hombre lleno del
Espíritu, porque “Dios estaba con él”.
Es este un domingo para refrescar la fe, para ir
a lo más íntimo, para re-encontrar las raíces de
nuestro ser cristiano. "¿Creéis en Dios?"
Tenemos que contestar: "Solo creo en el Dios de
Jesús", es decir, "solo creo en un Dios,
el Padre, al que hemos conocido en Jesús, ese
hombre lleno de su espíritu”.
"No tendrás otros dioses delante de mí", decía
el segundo mandamiento del Decálogo del Éxodo.
No tendrás otro Dios que el Padre, conocido en
Jesús, manifestado en Jesús, visible en Jesús.
Es el desafío de los cristianos, de la iglesia
entera: tener solamente el Dios de Jesús.
El Creador, el Juez... quedan detrás, reducidos
casi a su dimensión de filosofía, de
conocimiento por la deducción de la razón
humana... Yo creo en Dios luz, en Dios sal, en
Dios camino, en Dios pastor, en Dios médico, en
Dios pan, en Dios vino, en Dios agua, aire y
viento: creo en mi Madre Dios, manifestada en
Jesús.
Creo en un solo Dios, no hay más Dios que
Él, y en Jesús lo hemos podido ver. Es la
esencia de la fe de los cristianos. Y la fe
queda definida por esas mismas palabras del
Evangelio de hoy: fiarse de Jesús. Fíate de
Jesús, acepta a Dios como se ve en Jesús. La fe
es un acto de confianza: ¿Por qué crees en Dios
médico, sal, camino, pastor, madre…? Porque, de
Jesús, me fío. La esencia de nuestra fe.
Luego vendrá nuestra curiosidad por explicar en
qué consiste esa deslumbrante presencia del
Espíritu en Jesús, y hablaremos de la
encarnación, de la Segunda Persona hecha hombre,
de Dios y hombre verdadero...
Está todo muy bien. Necesitamos comprender, nos
esforzamos por comprender.
Y siempre nos encontramos con que nuestras
explicaciones acaban en absurdos, porque estamos
hablando de Dios, que supera absolutamente
nuestra capacidad mental, porque nuestra mente
es un cesto y Dios es agua, porque nuestra mente
son unas manos y Dios es viento, y nuestro cesto
queda mojado, pero no encierra a Dios, nuestras
manos sienten el viento pero no lo agarran... y
seguimos prefiriendo a Jesús, que nos hace a
Dios visible, a Jesús en el cual vemos que nos
podemos fiar de Dios.
Ese es el buen Camino, la más profunda Verdad,
lo que hace que vivir sea verdaderamente Vida.
La objeción de Tomás ”no
sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el
camino?”, y la respuesta de Jesús “Yo soy el
camino”, me recuerdan mucho a una famosa frase
de Pedro Arrupe: “No sé a dónde vamos, pero
vamos bien”.
Pedro Arrupe, uno de los muchos profetas
crucificados en el último cuarto del Siglo XX,
decía esto indicando que en la sociedad actual,
de cambios tan frenéticos, no es posible tener
la clarividencia de prever el futuro, de la
Compañía, de la Iglesia… Pero sí es posible
saber si vamos por buen camino.
Arrupe quería decir que la Compañía caminaba
hacia más sencillez, menos soberbia, más
servicialidad, más atención a los pobres y a la
justicia, más oración, más sentido de “mínima”
que de gloriosa… buen camino, por ahí vamos
bien, Dios sabe hacia dónde.
Y sería una buena reflexión para los momentos
actuales de la iglesia. Algunos quizá crean que
saben hacia dónde hay que ir. Pero sería mejor
pensar en si vamos por buen camino. Si vamos por
el camino de Jesús.
Me permito sugerir algunos puntos de test para
diagnosticar si vamos por buen camino.
·
Nuestra teología: ¿vamos por el camino de las
parábolas o por el camino de la metafísica?
¿Vamos por el camino de la sencillez de Jesús o
de la complicada filosofía?
·
Nuestra presencia en el mundo. ¿Levadura o
espectáculo? La levadura se esconde, se confunde
en la masa, no se ve, actúa desde dentro y en
silencio. El espectáculo son fuegos artificiales
que meten gran estrépito y pasan sin que nada
quede de ellos. Jesús no dio espectáculos.
·
Estar con la gente normal, más cuanto más
pobres, ser gente normal, vivir habitualmente en
sencillez, en familiaridad, en colaboración, o
subirse a los dorados esplendores del Templo
para impartir doctrina desde la riqueza y la
seguridad. Hacer de la vida cotidiana una
ofrenda a los hermanos o delegar en una pomposa
casta sacerdotal los sacrificios sagrados.
·
Celebrar la eucaristía fraternalmente, alrededor
de la mesa, entender y compartir la Palabra,
entenderse como grano de trigo molido y granos
de uva estrujados para ser pan y vino para el
mundo, comulgar con los demás al comulgar con
Jesús el Pan y el Vino entregado por todos… o
asistir a ceremonias semejantes a los
sacrificios de Caifás en el Templo de Jerusalén.
·
Ser aplaudido o ser hostigado. ¡Ay de vosotros
cuando todo el mundo os alabe y hable bien de
vosotros! Así trataron vuestros padres a los
falsos profetas. La señal de Jesús no es el
aplauso de las naciones, sino la persecución. Si
nos aplauden las naciones, es que somos de su
cuerda, que no molestamos.
Por eso sabemos que en la Iglesia hay mucha
gente en el buen camino, en el camino de Jesús,
porque son perseguidos, marginados, silenciados,
asesinados, no canonizados….
Es una buena señal, hay Espíritu de Jesús en la
Iglesia. Aunque no en todas partes. No se puede
estar con el crucificado y con los
crucificadores.
S A L M O 4 0
Oramos al Señor juntos, como iglesia;
recitamos este salmo sintiéndonos la voz de la
iglesia
que clama al Señor.
En Dios pongo mi esperanza.
El se inclina hacia mí y escucha mi oración.
El salva mi vida de la oscuridad,
afirma mis pies sobre roca
y asegura mis pasos.
Dichoso el que pone en Dios su confianza.
No quieres sacrificios ni oblaciones
pero me has abierto los ojos,
no exiges cultos ni holocaustos,
y yo te digo : aquí me tienes,
para hacer, Señor, tu voluntad.
Tú, Señor, haznos sentir tu cariño,
que tu amor y tu verdad nos guarden siempre.
Porque nuestros errores recaen sobre nosotros
y no nos dejan ver.
¡Socórrenos, Señor, ven en nuestra ayuda!
Que sientan tu alegría los que te buscan.
Somos pobres, Señor, socórrenos,
Tú, nuestro Salvador, nuestro Dios, no tardes
tanto.
José Enrique Galarreta